El otro día acompañé a mi prima a la óptica a hacerse un par de gafas nuevas ya que unos maleantes le habían robado las suyas después de romper el cristal del coche. En parte fui por si necesitaba ayuda en su elección pero sobre todo porque pronto debería renovar las mías y pisar la óptica es el primer paso para reconocer que las que tengo ahora ya no están para sacarlas de paseo. Lo de decidir cuándo renovar las gafas me cuesta más que decidir cuándo se echan a lavar las toallas del baño.
En la óptica me sorprendió que todo el rato me sacaran gafas con muchísima personalidad. En serio, me sorprendió. Quizá porque las gafas me las pongo más el día de pereza y chándal que para lucir a lo Jenna Lyons o porque justo ese día me veía con un look de lo más básico, pero la de la óptica me seguía haciendo hincapié en lo de “es que éstas para ti…”. En un momento le dije a mi prima que me estaba empezando a preocupar por la imagen que proyecto. Y no era por las gafas, eran preciosísimas, era más por darme cuenta que parece ser que la idea que tengo de mi propio estilo y el que ven los demás tienen perspectivas diferentes.
Estos días que llevo dándole vueltas a la cabeza me he dado cuenta de que puede que lo haya normalizado todo. Me acuerdo que una vez en plena pre-adolescencia, un día que no sé qué me quería poner para ir al colegio, quizás solté un “me da vergüenza” y mi madre me dijo “acostumbra a la gente a verte de todas las maneras, así nunca se sorprenderán ni te sentirás incómoda”. O algo así. Y supongo que se me quedó como un mantra. Un bolso flúor, unas gafas de sol blancas o una flor en la cabeza. Esa frase de “si yo me pusiera lo que llevas parecería un cuadro”. Y yo pensando que tampoco les gustará tanto porque no entiendo dónde está el atrevimiento. Dónde están los malabares. ¿O acaso es verdad que no se ponen lo que más les gusta y se conforman con un sustituto más sobrio porque puede más el no querer llamar la atención?
Me ha venido a la cabeza también ese “olor a limpio” que tan demandado está cuando se desea un perfume. Hace un par de meses tuve el honor de visitar el Hotel Jorge Juan y cuando Javier me preguntó qué olor me sorprendía que la gente pidiera mi respuesta fue esa. Ninguna más estrambótica. Me resulta muy curioso que tanta gente busque un olor “a ropa limpia” como si estuviéramos en la Edad Media y nuestra higiene dejara algo que desear. El otro día el propio Javier me avisó de que Milena Busquets comentaba lo mismo en su newsletter. Que conste que soy totalmente partidaria de que cada uno se perfume con la fragancia que le da la gana y seré la primera en ayudarte a buscar “el limpio perfecto” para ti si es lo que te apetece. Pero me da cierta pena que no queramos jugar y experimentar más con los perfumes. Quizá nos hayamos vuelto en una sociedad tan aséptica que cualquier aroma que destaque un poco nos aturulla. No sé. Tenemos que seguir indagando más en este tema.
Pero volvamos al bolso flúor. Me dio muy fuerte cuando empezaron a verse aquellos Cambridge Satchel. Ahorré para comprarme uno y en el momento de la decisión dudé, la cabeza me decía que si elegía un color “más ponible” no me iba a aburrir de él. Pero al final pensé: ¿Qué hago comprando otro con lo que me cuesta si el que más me gusta es el amarillo flúor? Y esto he aprendido con los años: si algo te gusta mucho, no te aburres, te lo quieres poner todo el rato.
Si algo te gusta vas a ir por la calle con esa alegría y ese gusto infantil de cuando caían zapatillas nuevas o cuando te ponías tu falda favorita (la mía era una negra con lunares blancos y puntilla que si me ponía a dar vueltas muy rápido llegaba a ponerse en horizontal alcanzando un ángulo de 90 grados). Si algo te gusta mucho lo vas a defender y lo vas a lucir. Vas a ir tan feliz que te va a dar igual lo que alguien te diga y mucho menos lo que piense. Recuerda que lo que dice Juan de Pedro dice más de Juan que de Pedro. Esto se lo escuché una vez a Laura Ferrero y también me lo repito todo el rato como un mantra.
En fin, que aquí están las bases de lo que quiero que sea este mantel de cuadros: disfrutar y ser lo más felices posible. Ahí es nada.
Por cierto, ojalá tener una ocasión en el horizonte para poder lucir este vestido de & Other Stories.
Feliz semana,
M.
P.D.: Estos días…
…estoy leyendo: Los suicidas del fin del mundo de Leila Guerriero.
…estoy escuchando: Mi ducha favorita es aquella con New York, New York de Frank Sinatra de fondo.
…estoy viendo: Ayer pedí recomendaciones en Instagram y las respuestas fueron abrumadoras. Pero una amiga dio en el clavo: ¿Outlander? Lo empecé en su día y lo dejé por miedo al chasco, Forastera de Diana Gabaldon me marcó muchísimo a mis 20. Pero creo que es justo lo que necesito ahora, entretenimiento puro y duro y unos burricos escoceses con los que reírme de vez en cuando.
…huelo a: Nun de Laboratorio Olfattivo y O.W. de D’Orsay Paris, una encima de la otra, la combinación ganadora para estos días en los que disimulo y hago que ya es primavera. Por ciento, ¿cómo de bonito es el banner floral de Hunky Dory?