Vuelta al trabajo, vuelta a la rutina. Y teniendo en cuenta que soy una persona que seguramente en otra vida fui un oso perezoso y que tiene el don de disfrutar de la vida contemplativa sin aburrirse, el despertador de hoy no ha sido demasiado doloroso. Siempre consuela que nuestro espacio productivo haya sido creado por nosotras mismas a medida.
Por si alguien anda perdida, Eva y yo tenemos una perfumería (nicho, de autor, independiente, de culto… ponle el apellido que mejor te suene) llena de marcas y productos maravillosos. La aventura empezó hace ya casi nueve años (toma ya) y desde entonces aquí estamos, resiliendo, disfrutando y haciendo disfrutar. Porque tiene algo muy gratificante que tu trabajo esté tan ligado al gusto, al placer, al vicio y al disfrute.
Hace tiempo una amiga me dijo refiriéndose a alguna muestra que le había dado: “Tú la primera papelina de la droga la das gratis, luego ya tienes que pagar si quieres más”. Y lo cierto es que me reí muy fuerte con la boca muy abierta. Quitando la connotación algo negativa que tiene la viciosa referencia, es algo muy bonito sentirte traficante de productos que hacer sentir bien, que le pueden alegrar el día a alguien y hasta hacerle salir a la calle con mejor autoestima.
Paloma Abad hace unos meses me preguntó en su newsletter Pretty In, pretty out que era lo que no me gustaba de la industria cosmética. Le respondí que no me gusta nada ese marketing focalizado en tener que arreglar aquello que se supone está mal (aquí todo lo que le conté). Que nos metan en la cabeza complejos tan democráticos, como si fuera feo algo que tenemos todas, en esa búsqueda de un ideal de belleza imposible. Por mucho que creo que poco a poco nos estamos quitando el yugo. Quizá será la edad.
Y este es el quid de la cuestión: creo que lo que me hace realmente feliz es haber creado un pequeño espacio que lucha contra esto. Tener un altavoz para decirte que las cremas están para que te cuides, te mimes y te veas mejor, pero sobre todo para que te cojas tus cinco minutos y disfrutes de tu rutina. Limpiar, hidratar. Sin ningún otro milagro. El agua y jabón de la elegancia que hablaba Marta D. Riezu en su libro. Poder repetirte una y otra vez que no hay perfumes sexys, que la sexy eres tú, y que el perfume sexy será aquel que a ti te haga sentir tan bien que te quieras comer el mundo o al de al lado. Que cualquier referencia de género en cuanto olores lo tenemos adquirida culturalmente y que lo que ahora te parece un perfume de “señora mayor” es aquel que partía la pana hace 50 años. Lo más de lo más. Y que dentro de 30 seguramente la referencia más conocida con olor a viejuno será Calvin Klein One porque así evolucionan las cosas. Lo que nos queda es que nos mimemos para disfrutar.
Puede parecer un discurso facilón pero no es un mal discurso para repetirlo todo el rato. Como el de America Ferrera en Barbie, es evidente para quien ya ha pensado en ello pero si ayuda a conseguir algún que otro click pues adelante.
El otro día tuvimos el lujo de la visita de Mer-Zubi, que ya ha llegado al punto en el que dices su nombre todo seguido, como si fuera Madonna o Zendaya. Le contó a Eva que quería un perfume, le debió de dar unos tres tips de lo que le gustaba o estaba buscando y Eva acertó a la primera. Lo cuento ya no por darle el mérito a mi compañera de batallas, es bastante habitual que demos en la diana porque estamos tan entrenadas, conocemos tan bien lo que tenemos en la estantería y entendemos tan bien el lenguaje olfativo por muy subjetivo que sea, que para nosotras es como un juego. (KitKat: por muy rara que te sientas con los olores, creéme que casi seguro ha pasado por la tienda alguien más que repite tu mismo patrón)
Total, que todo esto lo quería contar por darle el mérito a Mer-Zubi, porque con ese primer acierto de Eva se dio por satisfecha. Disfrutó del momento, del conejo que se había sacado mi compañera de la chistera y seguramente ahora estará disfrutando de su perfume sin estar pensando todo el rato en todos los demás que dejó sin oler. Aquí está el mérito, en ese ahorro de energía a la hora de consumir, en ser tan anti-sistema de que te quedas con lo primero que te ha gustado. Porque bien sabe Mer-Zubi también, que las que estamos en esta posición podemos dar muestras de que otro modelo de consumo es posible. Disfrutando del proceso y del producto cada vez que lo utilices. Sea un bolso, un jersey, un perfume o una crema.
Porque lo más importante de todo es que a ti te haga sentir bien. Que un martes lluvioso a las 7:30 de la mañana te lo pongas y ya como que cueste un poco menos salir de casa. Disfrutar también de la sonrisa que te proboca.
Feliz semana,
M.
P.D.: Estos días…
…estoy leyendo: Al final los días de descanso y relajación me dediqué más a la cata de vinos que a la lectura o sea que Amor Towles se queda para la siguiente y ayer empecé con El fútbol no te da de comer de Enrique Ballester que Ballester siempre es un seguro de risa.
…estoy escuchando: Sigo también con La Bien Querida en bucle y alguna playlist de hace años llena de clásicos.
…estoy viendo: Anti-sistema también es un poco cascarte una maratón de la decimonovena de Anatomía de Grey, que por mucho que se hayan descafeinado los dramas personales y la nueva generación te de un poco igual, sigue siendo una muy digna confort zone. Y ojo su valor como arma política en temas como los seguros privado y la prohibición del aborto. Mucho más cañera y explícita que otras que van de modernas.
…huelo a: El extracto de Vanille de Tahiti de Perris Monte Carlo para los planes nocturnos e Impatiente de La Manufacture como contrapunto diurno.
"Aquí esta el mérito, en ese ahorro de energía a la hora de consumir, en ser tan anti-sistema que te quedas con lo primero que te ha gustado", me ha encantado 👌❤️