En Navidades vino mi hermana a casa y no sé si le pareció extraño o gracioso que tuviera un cuaderno de sudokus en el reposabrazos del sofá. “¿Tú también haces sudokus?” me preguntó. Hacer, hacer… el librito lo compré en el aeropuerto camino a las vacaciones de verano del año pasado y ahí está. Cogí un nivel 8-9 venida muy arriba recordando mis años dorados en los que fui capaz de hacer uno catalogado como “Diabólico” (de hecho, cuando llegué al más alto nivel fue cuando perdí el interés) y con ganas de entrenar mi mente para volver a 1.0 pero mientras estuvimos fuera no fui capaz de terminar uno. Después ya en casa, rescaté el cuadernillo para tenerlo a mano y cogerlo cuando mi vente pide móvil al estar viendo la tele.
Le conté a mi hermana mi epic fail, cómo el 8-9 era más difícil de lo que creía y que todavía no había sido capaz de terminar uno (ahora ya sí) y con una media sonrisa se puso a hacer uno. Ese pique infantil que tenemos en el que a ella le encanta demostrar que es más lista que yo y yo me río cada vez que no lo consigue. Porque efectivamente, pequeña victoria para mí, en algún momento se confundió con algo y el sudoku se le fue a la mierda. Pero por media hora, ahora que somos mayores, volví a sentir ese estrecho lazo de carne de mi carne, como cuando nos peleábamos por el sofá como si fuera el Risk.
Hace un par de semanas, mi hermana me mandó un vídeo sobre un truco para resolver sudokus que no entendí del todo bien y quizá tenga que volver a verlo mientras lo pongo en práctica para poder asimilar algo. Pero me hizo ilusión que al verlo se acordara de mí.
Unos días más tarde, le dije a mi padre a ver si me llevaba en coche a un centro comercial porque me quería comprar un ordenador y al llegar me dijo que de mientras él iba a aprovechar para hacer hacer la compra. Yo me fui por mi lado y él por suyo, cuando terminamos y nos encontramos le pregunté por un bulto que llevaba en una de sus bolsas. “Es un cojín nuevo para cuando hago sudokus en la cama”. Sonreí.
Siendo sincera no sé si mi madre ha echo alguno últimamente, siempre me quedan más visibles en el salón esos nonogramas con los que lleva años entreteniéndose pero fue ella la que metió los sudokus en casa y fue una pionera en ello. Y me gusta pensar que aunque hace más de una década que los cuatro vivimos cada uno en una casa diferente, sigamos manteniendo este hilo invisible, que nuestro núcleo familiar sea hacer sudokus cuando nadie nos ve.
Cosas que han llamado mi atención desde la última vez que escribí…
-El otro día pillé este momento del pre-amanecer:
Sí, eso es no se ve muy bien es la luna.
-Casi he terminado de decorar mi casa. Digo casi porque siempre me entra una nueva obsesión y cuando terminé con el baño, les llegó la hora a las cortinas. Meses dándole vueltas de cómo mejorar esas telas básicas que puse cuando entré a vivir, sobre qué nivel de excentricísmo podía permitirme para dar alegría pero no sobrecargar el ambiente… y por fin, fumata blanca, al menos para el salón, porque me he decidido por estas de Anthropologie. Por cierto, aun y todo decir que en general en nivel de cortinas que tenemos a mano es entre soso y cutre. Hay que reivindicar más una buena cortina.
-Si te apetece una de esas películas que de las que ver agusto y con una sonrisa, apunta “Si fuéramos los últimos” está en Movistar. Es de dos astronautas que están a la deriva en el espacio que cuando ya no tienen mucha esperanza de volver a tierra empiezan a debatir si deberían de liarse o no. Además estéticamente es preciosa.
-Hace unas semanas, Noe Olbes se puso a recomendar libros y yo le pedí algo “con personajes con los que te gustaría quedarte a vivir” y me recomendó Mujeres excelentes diciendo que había llegado la hora de que me introdujera en mi era Barbara Pym. Dicho y hecho. La estoy terminando y me está encantado. Es uno de esos libros de literatura británica en los que parece que tampoco está pasando gran cosa pero con una ironía y una mordacidad de que no llegas a acostumbrarte a que las carcajadas que te pillan de sorpresa.
-También he empezado a ver Celeste con la gran Carmen Machi a la cabeza. A veces parezco tonta porque no tengo suficiente que gente en la que confío en su criterio recomiende algo, necesito que gane un premio para creerlo. Pues eso, que es maravillosa.
-Como propósito de año nuevo (una vez más) está lo de comer más sano, más rico y con más previsión y como cada vez que me quiero ilusionar por el tema, me he comprado un libro de recetas. Esta vez he vuelto a Deliciously Ella que siempre me parece un acierto.
-De hecho no sé cuando fue que al no haber arándanos en el super probé con echarle zanahoria al batido de frutas de la mañana (plátano, pera, jengibre y ahora zanahoria con un baso de agua) y tengo la sensación que será la dosis diaria de betacarotenos pero este invierno me veo con mejor color de piel. Tanto que con un poco de dosis de polvo bronceador (estos de RMS tiene el tono dorado perfecto) hasta me veo bien y todo.
Volveré,
M.
P.D.: Me podéis encontrar también en Instagram, en Tiktok y en la mejor perfumería del mundo. Y por ahora también en Bluesky.
Yo vivi lo mismo que tú: empecé a hacer sudokus en el embarazo y eran más difíciles de lo que recordaba. Ahora también he abandonado.
Yo que pensaba que solo me gustaban los visillos me veo ahora deseando tus cortinas. Por cierto, el próximo Mantel de Cuadros necesitamos resolver el misterio cartas.